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“El término Vivienda Colectiva se aplica a aquellas viviendas (…) donde el ocupante no tiene mayor decisión que la de elegir o ser elegido para vivir en ellas; viviendas en las que, por lo tanto, el arquitecto tiene una responsabilidad muy particular”

Alison y Peter Smithson – 1957

 Desde hace unos años viene discutiéndose en Londres sobre la posibilidad de demoler el Robin Hood Gardens (RHG), mítico conjunto habitacional –aunque hoy venido a menos- diseñado en los 60´s por Alison y Peter Smithson. Arquitectos como Richard Rogers y Zaha Hadid, junto a algunos de los principales medios arquitectónicos británicos, se han unido para intentar salvar al que consideran un ícono de la arquitectura inglesa y de la utopía moderna de la vivienda social. Por ahora, van perdiendo la batalla, o al menos así parece. Al edificio le fue denegado el título de monumento histórico y si sigue en pie es porque aun no se sabe bien con qué reemplazarlo.

Robin Hood Gardens

Alison y Peter Smithson pertenecieron a esa particular especie de arquitectos-pareja, o pareja de arquitectos. Se conocieron en la universidad y muy pronto (ella de 21 y él de 26) obtuvieron reconocimiento internacional al ganar el concurso y construir el edificio de la Escuela de Hunstanton, que sería luego uno de los paradigmas del movimiento brutalista. Su legado va más allá de lo netamente construido, como cofundadores del grupo “Team 10” aportaron también una nueva forma de ver y pensar las ciudades.

El RHG es su obra maestra, aunque también es considerado su talón de Aquiles. Se ubica en el barrio de Poplar, al este de Londres. No hay acceso en metro, pero sus dos enormes bloques -uno de 7 y otro de 10 pisos son visibles desde el tren DLR diseñado para conectar la zona con el resto de la ciudad. Ambos bloques, paralelos a las calles, generan un área libre verde interior “sin tensiones”, en palabras de sus autores. Las ideas del RHG fueron descendientes directas del Golden Lane, propuesta previa de los Smithson nunca construida. El acceso a cada departamento se da a través de lo que llamaban “calles áreas”: espacios que pretendían ser lugares y no balcones; “entidades sociales” donde interactuar y no simples corredores. Las escaleras y zonas sociales, se ubican junto a estas “calles” formando una capa exterior, dejando a los dormitorios abrirse hacia el área verde libre interior.

Visitar hoy el RHG es como entrar a un lugar congelado en el tiempo. Sus sugerentes espacios, monumental escala y severa materialidad contrastan inexorablemente con su degradación actual. La evidente desilusión de sus primeras intensiones se ve reflejada en sus habitantes: en su mayoría, sectores reprimidos por el resto de la sociedad.

El Sueño Moderno

El RHG “es un edificio hecho para el sueño socialista, que es distinto a simplemente acopiar un programa hecho por un estado socialista”, decían sus autores. El edificio fue una de las muchas respuestas estatales a los incrementos demográficos que, en los 50´s, comenzaron a afectar al mundo entero. Los años de posguerra y las constantes migraciones del campo a la ciudad demandaban una urgente necesidad de construir y de “urbanizar” a la población mundial.

Sin embargo, muchas de estas propuestas forzaron a los nuevos habitantes a tejer nuevas relaciones y nexos. El resultado al tratar de juntar poblaciones de distintas realidades, con distintos pasados, esperando que en innovadores espacios resuelvan sus diferencias, no fue el mejor. Muchos edificios fueron tempranamente abandonados o sobrepoblados, vandalizados, invadidos y, en algunos casos -como seguramente ocurrirá con el RHG-, demolidos. Existía en realidad una gran brecha entre el pensamiento de los arquitectos y lo que efectivamente ocurría con los residentes. Quizás era mucho pedirle a la arquitectura resolver los problemas sociales con los que antes no se había podido lidiar.

Los procesos burocráticos, la adjudicación y administración de la vivienda fueron algunos otros de los problemas que, también en Latinoamérica, derrumbaron el sueño de la utopía de la vivienda colectiva. Edificios de maestros latinoamericanos como Eduardo Reidy, Mario Pani y Carlos Villanueva corrieron la misma suerte. La desconexión entre propuesta y realidad llegó a ser tal que las barriadas comenzaban a instalarse junto a las nuevas viviendas, incluso antes de que estas fueran terminadas. Durante la construcción de Brasilia eran conocidas las precarias viviendas que, levantadas con las bolsas de cemento desechadas de las obras, (des)aparecían en las fotos oficiales que se publicaban de la flamante nueva ciudad de Oscar Niemeyer.

¿Y en Lima?

La capital no fue ajena a la explosión demográfica, claro está. En respuesta, proyectos de las unidades vecinales y distintos conjuntos habitacionales se construyeron paralelamente a los de otros países. Me quedo con uno para el ejemplo.

Visitar la Residencial San Felipe es también como viajar en el espacio, como transportarse en la máquina del tiempo. Aquí también se percibe el sueño utópico, ese que pretendía construir, en el sentido más amplio del término, una sociedad mejor. Se ven las “entidades sociales” o calles aéreas, esas que dice Enrique Ciriani, su diseñador, nunca más pudo hacer. Están también los espacios verdes, los patios comunes y demás. Sin embargo, a San Felipe –y a muchos otros tantos conjuntos en Lima- parece haberle ido mucho mejor. Habrá que cuidar estos conjuntos entonces. A ver si en diez años, cuando se nos acabe el espacio, no estamos discutiendo sobre si los reemplazamos o no por nuevos mamotretos.

protagonismo y actividad que la ciudad moderna le quitó, la realidad no parece reflejarla del todo. La mayor actividad la concentran los dos edificios industriales reciclados por la Universidad Paris Diderot – Paris 7 en el centro del Mássena y el parque a su alrededor. “Las ciudades necesitan de lo formal y de lo informal, de lo íntimo y lo monumental, de lo viejo y de lo nuevo (…)” decía el arquitecto catalán José Luis Sert. La cita se confirma no solo en Rive Gauche sino también en el vecino barrio de Bercy, donde el Cour Saint-Émilion actúa como el corazón del barrio con sus almacenes de vino reciclados.

Publicado en El Comercio el día 09 de  Enero del 2012_

01.R.Hood

 

 

 

 

 

 

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2 thoughts on “máquinas del tiempo

  1. muy bueno – nunca llegué a conocerlo pero sí a Thamesmead, donde filmaron la Naranja Mecánica – parece que todas las reflexiones de los urbanistas y arquitectos británicos de los 60 no envejecieron bien, no?

    j​

    • Bueno, no todas. El Barbican tiene su encanto. El Brunswick Center también, entre muchsísimos otros. Aunque hay varios “estates” que están siendo demolidos. un abrazo

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